El envejecimiento es un proceso continuo, universal, qué nos afecta a todos en forma irreversible, se determina una pérdida progresiva de la capacidad de adaptación.

En los individuos sanos, muchas funciones fisiológicas se mantienen normalmente en un estado básico, pero al ser sometidos a  estrés se revela la pérdida de reserva funcional.

El  proceso del envejecimiento es heterogéneo, varía de sujeto a sujeto e incluso de órgano a órgano en un mismo sujeto.

Envejecer implica ir acumulando daños que no sólo son genéticos sino también son medioambientales,  de estilo y hábitos de vida.

Es clara la evidencia que la forma en que vivimos define la apariencia y edad de nuestra piel.

Gran parte de los signos de envejecimiento, no son sólo a consecuencia del paso del tiempo sino por la constante incidencia de una multiplicidad de factores externos que repercuten en el buen funcionamiento de nuestro organismo.

Sin ninguna duda el sol  está en primer lugar de esta lista, las radiaciones UV (ultravioletas) generan  alteraciones a nivel de la estructura celular, uno de sus mayores riesgos es el cáncer de piel.

Nuestra relación con el sol debe ser amigable, no es nuestro enemigo, lo que debemos es desarrollar hábitos de vínculo saludable, esto implica la utilización de protectores con los filtros indicados según nuestro fototipo (capacidad de reacción ante la exposición solar).

Y exponernos al sol protegido  y en los horarios adecuados, temprano en la mañana y en la tarde luego de las 17 horas.

Es nuestro cuerpo un gran santuario qué debemos cuidar a través de una alimentación balanceada, fruta y verdura fresca que aportan vitamina y consumir proteínas magras de buena calidad.

¿Cuáles son los cambios del envejecimiento producen en nuestra piel?

La epidermis, la capa externa de la piel se adelgaza aún cuando la cantidad de capas celulares permanezca constante. El número de melanocitos disminuye, pero los que quedan aumentan de tamaño, de modo que la piel envejecida aparece más delgada más pálida y transparente (traslúcida). Las manchas pigmentadas aparecen frecuentemente en las áreas expuestas al sol.

El tejido conectivo reduce su resistencia y elasticidad.

Esto se conoce como elastosis y es especialmente pronunciada en las áreas expuestas al sol, la elastosis solar muy frecuente en aquellas personas que pasan gran parte del tiempo el aire libre.

Los vasos sanguíneos de la dermis se fragilizan,  presentan telangiectasias dilataciones de las paredes de los capilares en formas de redes.

Telangiectasias

Las glándulas sebáceas producen menos aceite a medida que envejecemos sobre todo en la mujer después de la menopausia.

Esto puede hacer que sea más difícil mantener la humedad de la piel, que tiende a deshidratarse.

La capa de grasa subcutánea se adelgaza, reduciendo su aislamiento y amortiguación normal, las glándulas sudoríparas por su parte producen menos sudor.

Lo que genera que el organismo tenga una menor capacidad de regulación térmica.

Elastosis

Hidratar, nutrir y proteger para estimular los procesos metabólicos celulares y la eliminación de desechos del medio intersticial. A través del drenaje linfático manual (técnica Vodder), son sólo algunas de propuestas a las que podemos acudir.

Drenaje linfático

Las máscaras faciales de arcillas, chocolate, oro y alginatos. Constituyen interesantes recursos para mejorar la calidad de la piel y renovarla, dándole un aspecto saludable con una apariencia más relajada.

Autogestionar la salud, hacernos cargo de nuestros hábitos es un gran cambio que debemos emprender en lo personal.

Esto ayudará amortiguar los efectos del envejecimiento.

Y por supuesto, a través de los servicios que incluyen tratamientos corporales, faciales y capilares enfocados a quienes desean disfrutar con alegría sus años dorados, también nos van a ser de muy buena ayuda.

Imágenes cortesía de: Pinterest